Andrea y su esposo, un oficial de reserva de los Marines, viven en una ciudad de Ohio cerca de Cleveland. Tienen cuatro niños de entre tres y diez años. “¡Tengo un Blackberry solo para mantener sus horarios organizados!” se ríe Andrea. “Entre deportes, citas médicas y tareas escolares, me volvería loca sin él.” Para Andrea, cuidar de su familia es un trabajo de tiempo completo y se siente “orgullosa de decir que es ama de casa.”
Al ver cómo su cuerpo cambiaba con el nacimiento de cada hijo, Andrea dice que sabía que eventualmente querría hacer algo para restaurar su figura. Lo que más le molestaba era la piel floja de su abdomen. Compraba ropa para disimularlo, pero recuerda que había momentos en los que, mientras animaba en la práctica de fútbol y levantaba los brazos, sabía que su piel “colgaba sobre mis pantalones.” Después del nacimiento de su cuarto hijo, Andrea empezó a pensar en la cirugía plástica. Habló con amigas que se habían sometido a distintos procedimientos de mommy makeover y buscó información en Internet.
Luego, en 2006, el esposo de Andrea fue llamado a prestar servicio por un año en Irak. “Ese fue un momento muy estresante para mí,” recuerda Andrea. Mantuvo la vida de los niños por su cuenta, con la familia más cercana a 3000 millas de distancia. Recuerda que subió y bajó de peso durante ese año, sin mucho tiempo para cuidarse mientras administraba el hogar. Cuando su esposo regresó el verano pasado, Andrea le dijo que estaba lista para pensar seriamente en la cirugía plástica. Después de un año tan difícil, quería enfocar parte de su energía en ella misma. La pareja acordó que Andrea debía tomarse tiempo para ponerse en forma, investigar más y luego decidir sobre dar el paso.
